BITÁCORA

Mis encuentros con la sistematización de experiencias

La sistematización de experiencias no llegó a mi vida como una técnica académica. Llegó como una urgencia. Una necesidad de no perder lo vivido, de poder comprender mejor lo que hacíamos en colectivo, de mirar hacia atrás sin nostalgia, pero con profundidad. En este artículo quiero compartir mi vivencia personal con la sistematización: cómo la fui descubriendo, qué sentidos le encontré y por qué se ha convertido en una de mis herramientas más poderosas para el trabajo social y pedagógico.

¿Qué entendí por sistematización?

La primera vez que escuché hablar de sistematización, pensé que se trataba simplemente de ordenar información. Pero pronto entendí que no era eso. Sistematizar no es archivar datos ni escribir informes; es reconstruir el sentido de una experiencia vivida, mirarla con ojos críticos, comprender lo que ocurrió, lo que nos pasó, lo que aprendimos.

Oscar Jara (2014) lo explica con claridad: “La sistematización de experiencias es una interpretación crítica de una o varias prácticas, que se realiza desde los sujetos que las protagonizaron, con el fin de aprender de ellas y transformar la realidad en la que se insertan” (p. 25). Esa definición me abrió el camino para entender que sistematizar es, ante todo, un ejercicio de conciencia, memoria y transformación.

Cuando la metodología se volvió política

A medida que fui acompañando procesos sociales y educativos, entendí que la sistematización no es solo una metodología, sino una postura ética y política. En palabras de Paulo Freire (1993), “la educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo” (p. 84). La sistematización se convierte, entonces, en esa praxis que nos permite reflexionar sobre nuestras prácticas, construir conocimiento desde abajo y ponerlo al servicio de la transformación social.

También descubrí que sistematizar es un acto poético. Porque cuando volvemos sobre lo vivido, lo hacemos no solo desde la razón, sino desde la emoción, desde los cuerpos, desde la memoria colectiva. En uno de los procesos que acompañé, una organización definió la sistematización como “un cuerpo vivo que mira hacia adentro, hace memoria y busca su re-existencia” (Escuela de Experiencias Vivas, 2019, p. 18). No pude encontrar una mejor metáfora.

Metodologías que probé, sentí y compartí

He aprendido que cada sistematización es única. No hay recetas. Hay caminos que se construyen desde la realidad de cada colectivo. Las herramientas pueden ser muchas: líneas de tiempo, árboles de problemas, cartografías, siluetas, juegos de roles, fotografías comentadas. Lo importante es que permitan expresar, compartir y comprender lo vivido desde las voces de sus protagonistas.

La sistematización también implica decisiones importantes: ¿qué vamos a sistematizar?, ¿con qué objetivo?, ¿desde qué ejes?, ¿en qué momentos?, ¿con qué recursos? Estas preguntas nos ayudan a delimitar la experiencia y a construir una ruta que nos permita ir de la memoria a la reflexión crítica.

Escribir para no olvidar

Uno de los momentos más significativos del proceso de sistematización es la escritura. No se trata de cumplir un requisito. Es devolver la palabra a quienes la gestaron, compartir los aprendizajes, y sobre todo, construir memoria. Como decía Fals Borda (1981): “No hay conocimiento sin devolución. Lo que se construye con la gente, debe volver a la gente” (p. 91).

Por eso, cuando escribo los informes de sistematización, me esfuerzo por que no sean documentos fríos. Que tengan alma. Que recojan las voces reales, las tensiones, los aciertos, los errores, las emociones. Que sean narrativas vivas. Y sobre todo, que sirvan para seguir caminando, para seguir aprendiendo, para seguir transformando.

¿Por qué sigo sistematizando?

Sistematizo porque creo en el conocimiento situado, construido desde las bases, desde la experiencia, desde el territorio. Porque me niego a que los saberes populares sean invisibilizados o descartados. Porque creo que la sistematización es una herramienta poderosa para fortalecer procesos, valorar lo aprendido y proyectar nuevos caminos.

Sistematizo porque me ayuda a mirar con más claridad, a escuchar con más profundidad, a escribir con más sentido. Y sobre todo, sistematizo porque quiero que nuestras experiencias colectivas no se pierdan en el olvido, sino que sigan nutriendo otras luchas, otros sueños, otras resistencias.

Referencias

  • Escuela de Experiencias Vivas. (2019). Diplomado para la Investigación y Sistematización de Conocimientos Locales – Experiencias Vivas. Medellín, Colombia: Fundación Confiar & Universidad de Antioquia.
  • Fals Borda, O. (1981). Antología: Investigación Acción Participativa. Bogotá: CINEP.
  • Freire, P. (1993). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI Editores.
  • Jara, O. (2014). La sistematización de experiencias: práctica y teoría para otros mundos posibles. San José: CEP Alforja.
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